Diseño compartido por Santiago Miranda


Diseñar, como cualquier otra actividad humana, es una actividad
compartida. Por ello, requiere el consenso, la colaboración y el
esfuerzo de los demás. Es una actividad dirigida a satisfacer necesidades,
deseos y aspiraciones de la sociedad o de una parte de ella.
Sin embargo, este valor que el Diseño entraña ha sido ignorado
durante muchos años. No eran tiempos de subrayar lo compartido,
sino de magnificar lo individual. La tempestad que se ha
llevado la filosofía neocon e hiperliberal al desván de lo inservible,
hace necesario volver a hablar de diseñar y producir en términos
compartidos.
¡Atención! No es que durante los últimos veinte años se haya
diseñado y producido de forma diferente, sino que los resultados
–productos, interiores, gráfica, servicios– eran, como todo, mos-
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trados a través del filtro de la más desenfrenada e individualista
espectacularización; pero la realidad era reacia a ser narrada como
espectáculo y se revelaba produciendo ruido de fondo. Ruido de
fondo que muy a menudo escondía los logros del diseño.
Para vencer este ruido de fondo no sirve de nada alzar el volumen;
cuanto más volumen, más confusión; es necesario tratar el diseño
como una actividad generadora de valor intrínseco en los productos,
interiores y servicios y no, como muy a menudo se repite,
de solo valor añadido.
Se diseña y se produce a partir de necesidades, la mayoría de las
veces, ajenas al diseñador. No es necesario ser piloto para diseñar
el interface de un jet; ni minusválido para diseñar una silla de
ruedas; ni músico de jazz para hacer un cartel, un CD, una web o
un programa que trate del tema. Solamente es necesario ser un
diseñador consciente de que el trabajo creativo trasciende de su
persona. Esto no significa ser un vasallo, dejarse vapulear por
propios y extraños; significa que la creación es un proceso mucho
más complejo que el boceto en una maldita servilleta. Mostrar y
demostrar este proceso a la empresa, al público y a la sociedad es
hoy una prioridad que el Centro Tecnológico Andaluz de Diseño
siente como propia y esta publicación es testigo de ello.

Diseñador, empresa y sociedad civil forman el círculo virtuoso
donde nace y crece la práctica del diseño compartido. Tres actores
con roles diferentes –¡que no haya confusión!– pero indispensables;
tres actores que deben practicar la empatía haciendo
propias las aspiraciones de los demás; tres actores capaces de realizar
lo que es imposible no ver: una sociedad se mueve y avanza
sólo cuando es compartida.
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