La interrelación texto verbal - texto visual es una forma de anclar el sentido. Ante
las múltiples posibilidades interpretativas, el texto verbal es fuertemente propositivo
de una lectura, evidente o larvada, de la imagen. Pero el texto verbal no
subtitula, no describe, no relata ni explica lo que sucede en la imagen.
El texto verbal, cuya lectura no es imprescindible para la comprensión de la propuesta,
puede considerarse como texto de relevo: aporta información que no
puede leerse en la imagen y como tal, su jerarquía visual es de orden secundario.
El destinatario se puede construir a partir de un indicio visual que refiera la temática:
la intención no es sólo producir una ruptura visual, sino detener las miradas
de aquellos sujetos con quienes queremos establecer un contacto.
El afiche reclama una construcción discursiva sintética, que puede ponerse en
escena a través de un manejo austero de los elementos. Esto no debe entenderse
como una regla sino como un posible recurso para la planificación estrategica.
Síntesis formal no es sinónimo de síntesis conceptual.
El tiempo de lectura reclamado al destinatario es muy reducido. Si el afiche no
es solidario y amable puede volverse críptico, y por lo tanto, invisible.
El afiche, en tanto afiche, busca movilizar a su lector. No persigue simplemente
el conocimiento de una información, sino la realización de un saber en una acción.
Esa intención debe ser inequívoca para el autor de la pieza gráfica.
La pregunta no es “¿qué quiero decir?” sino “¿que acción quiero lograr a partir
de esto que digo?”.
Hay múltiples recursos posibles a tener en cuenta para jerarquizar la propuesta.
Nunca deberíamos obviar la reflexión sobre la estructura, el diseño del espacio
en blanco, el ritmo, el contraste y la negociación de tensiones en el plano
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